Visitando el blog de la gente de Buceo Invisible , cosa que hago con asiduidad, me encontré con una interesante propuesta: "El Club de la Escritura" . Consiste en que alguno de los integrantes del blog, tira las primeras líneas de un cuento para que el resto de los visitantes lo termine a su gusto.
La idea me resulto genial y como el aparente plazo para entregar nuestros finales parecía vencerse, me puse manos a la obra y termine rápidamente el mío.
Como no lo publicaron*; por horrible supongo, hago como el gordito dueño de la pelota y como tengo MI blog, que es mío y de nadie mas (excepto google, claro está, y especificado en las políticas de privacidad que nadie -incluyéndome- lee) lo posteo.
OK. Lo que aparece primero y en negritas es el "punta pié inicial" dado por los "dueños" del blog.
El resto es basura mía.
* Se comunico Alejandro conmigo y me conto porque fue que no se publico. Gracias che!
"Por las arrugas de mi voz se filtra la desolación..." Las palabras de Sabina resonaban aquella tarde en su conciencia... Viejo poeta urbano intentaba ayudarle a sosegar sus pensamientos, mientras su mente cantaba, casi gritaba, temerosa de quedarse a solas consigo misma. Sentado en aquel tejado, gato negro, oscuro, paseaba las mirada por las azoteas, los viejos palomares y las viejas paredes, ya desconchadas y enmohecidas por el paso del tiempo...A lo lejos, el horizonte quebrado de antiguos tejados desiguales, antenas y cableados, comenzó a tragarse al sol...
Mantuvo su vista firme en el gran disco naranja hasta que desapareció por completo. Entonces ya no hubo nada más que mirar, nada más que imaginar; el límite que se había propuesto para tomar aquella decisión, había llegado. Sentado en su azotea ponía cada uno de sus pensamientos en la balanza, y esperaba, expectante, ver hacia donde se dirigían.
Termino el poco de vino que le quedaba en la botella, secó su boca con el puño y entonces lo pudo ver con claridad: matarla era la única solución, pero ¿como, cuando?
No era suficiente sacarla de su cabeza, desterrarla de su pensamiento, mientras ella estuviera por ahí, viviendo su vida, no podría volver a ser feliz.
Esa noche no durmió, se la paso ideando un plan. Era sencillo: iría hasta donde trabaja y sin mediar palabra alguna, la apuñalaría hasta verla muerta. Era fácil hacerlo. Muy fácil.
Esperó a que el sol iluminara aquella madriguera de tan siniestros pensamientos.
Quizás, la tibieza y la luz lo harían cambiar de parecer. Pero no fue así. Bajo de la azotea y por primera vez en 6 días, se bañó. Dejó correr gustosamente las gotas de agua por su cara, resbalar por su cuerpo hasta perderse en el resumidero. Todo pasaba en cámara lenta. Era hermosamente irreal. Durante toda la noche había limpiado su mente, ahora limpiaba su cuerpo, y mas tarde, limpiaría al mundo de la presencia de esa mujer.
Eso lo hacía feliz. Salio del baño y se vistió con su mejor ropa. Con cuidado eligió la camisa que mejor combinara con el pantalón beige que era el más nuevo que tenía. Hizo y des hizo el nudo de la corbata hasta que le quedo como quería. Cepilló el saco y lo dejo en el respaldo de la silla con cuidado de no arrugarlo. Esa mañana desayunó como nunca. Leche, cereales, fruta, café, dulce. Todo era mas sabroso, masticaba los alimentos hasta desprenderlos por completo de todo su sabor, verdaderamente disfruto cada segundo de ese desayuno.
Dejó todo como había quedado y poniéndose el saco, salió a la calle.
Diez cuadras lo separaban de su propósito.
Lento emprendió su marcha. Encendió un cigarro para que le hiciera compañía.
Las personas no eran muy diferentes a lo que habían sido los demás días, sin embargo, ya no las odiaba tanto; y ellas, parecían mirarlo sin el desprecio de antes.
- Quizás el haber tomado por fin una decisión, me hace ver diferente - pensó, mientras cruzaba la vereda de la cuadra numero 7.
No puedo arrepentirme, ahora no puedo arrepentirme, -retumbaba en su cabeza-. Me siento muy bien, tengo que hacerlo para que el bienestar se pegue a mis huesos para siempre.
- Frente a sus ojos, como un templo, se levantaba el lugar donde se encontraba la culpable de sus desvelos: una casa de venta de discos musicales, que para el, era la salvación.
Lo más difícil, era entrar sin llamar la atención, pues como ex empleado del local, los empleados vendrían a saludarle y entorpecerían todo. Además, no quería hacer de eso una masacre. Solo una persona merecía morir.
Por dentro el local estaba igual, pero una gran diferencia lo hizo estremecer. Con la voz temblorosa se dirigió a la chica de la caja: - y Andrea, ¿donde está?
- No se a quien te referís. Yo empecé a trabajar hace tres días.
Como cuando un gran ruido aturde y marea, y deja a una persona a punto de desvanecerse, asi se sintió. Pero antes de que pudiera reaccionar o decir nada, una mano palmeó su espalda. – Oh! Agustín, que grata sorpresa, veo que ha venido a saludar viejos amigos.
- Y Andrea, ¿dónde esta?
- Ah… ella renunció hace unos días. Se fue a vivir a España. Pero veni, pasá, vamos a tomar un café.
Salio de ese lugar corriendo. Desesperado. Corrió hasta que no le dio más el aire y al parar, solo se dejó caer de la parte más alta del puente, hacia las rocas.